Por costumbre, se encala la miseria
de las casas humildes y las cuevas,
con puertas mínimas y apenas sin ventanas,
la dignidad de los pobres ¡Admirable!
Al salir vestidos de domingo,
con la camisa limpia y bien planchada,
por esa mujer, triste y arrugada,
que dejó su belleza en esa casa,
que amenaza cualquier día, con sepultarla.